Seguimos con la entrada dedicada a la cena de Nochebuena tradicional de nuestros abuelos, en esta ocasión hablaremos sobre algunos de los elementos más curiosos y característicos de la gastronomía vasca, como por ejemplo el “Pan de Nochebuena” o la evolución de los turrones artesanales.

El “Pan de Nochebuena”

Durante la Nochebuena era costumbre acompañar la cena con pan de trigo elaborado con harina flor, el mismo que se hacía para la ofrenda a la iglesia. Antes de comer el padre bendecía este pan y para ello lo besaba y marcaba el signo de la cruz sobre su superficie con un cuchillo, tras lo cual lo cortaba y repartía entre los comensales. El primer trozo siempre se reservaba para los difuntos de la casa, sobre todo si habían muerto recientemente.

Lo que sobraba de este pan se guardaba con mimo envuelto en un paño blanco en un armario hasta el año siguiente, momento en el cual se quemaba antes de la cena. La gente creía que tenía poderes curativos, por lo que si en algún momento alguien de la familia enfermaba (incluso los animales) les daban trocito del mismo. También era muy común que cuando amenazaban fuertes lluvias o el mar se ponía bravo se lanzara un trozo de este “Pan de Nochebuena” como ofrenda para intentar calmar la fuerza de la naturaleza.

Según el insigne historiador José Miguel de Barandiaran, la creencia sobre las propiedades místicas de este pan se extendía prácticamente a toda la cristiandad europea del momento.

La evolución de los postres

En las ciudades vascas del siglo XIX se podían encontrar una gran cantidad de chocolates y bolados en las pastelerías, que eran un preciado regalo que los obreros industriales y las criadas llevaban a sus casas por estas fechas. Y es que era el tipo de producto que no se podía encontrar de ninguna forma en el ámbito rural.

La popularidad del turrón

No fue hasta la llegada de los años 40 que el consumo del turrón se generaliza entre las masas populares. Sin embrago, desde hace mucho antes este producto y otros similares como el mazapán se elaboraban de manera artesanal en los hogares de muchas familias, sobre todos las urbanas.

La preparación habitual del turrón consistía en mezclar en caliente los ingredientes: almendras molidas, azúcar y miel, añadiendo en ocasiones algunos granos de anís.  También se hacían mazapanes, polvorones, guirlaches y otros dulces que volvían locos a los más pequeños desde el mismo momento en que la ama comenzaba su preparación.

Las Navidades más pudientes

Una vez que los efectos de la guerra pasaron y la “época del hambre” quedó en el recuerdo, las economías familiares permitieron que tanto en las fiestas patronales como en la Navidad aparecieran en la mesa ciertos alimentos considerados de lujo tales como espárragos, croquetas de bacalao y jamón o pollos (que por aquel entonces eran un prestigioso manjar que solía servirse en las bodas). Y como broche final un exquisito postre casero, siendo los más deseados el arroz con leche, las manzanas asadas, la leche frita o el turrón.

¿Y qué queda de todo esto hoy en día? Pues aparte de la presencia del alcohol y el turrón poca cosa, ya que actualmente existe tanta variedad que podemos encontrar cualquier tendencia en la cena de Nochebuena. Esperamos que os haya gustado la entrada de hoy, que hayáis descubierto algunas curiosidades sobre nuestra tradición gastronómica y en definitiva, pasado un buen rato. ¡Felices fiestas a todos!