Los hay de muchos sabores, formas y colores distintos, pero todos los helados tienen algo en común: son capaces de sacarnos una sonrisa al instante. Por si no lo sabías, este fantástico alimento lleva miles de años entre nosotros, aunque las primeras recetas apenas si se parecen a las actuales. ¿Te pica la curiosidad? ¿Quieres saber más sobre su origen? ¡Pues no te muevas del asiento!
Los inventores del helado
Las civilizaciones antiguas han utilizado distintos métodos para la conservación de los alimentos. Uno de los más habituales era la salazón, pero también existían los neveros o heladeras, que obtenían hielo a partir de la nieve prensada acumulada en el invierno.
Estos neveros eran especialmente abundantes en el imperio chino, cuyos palacios guardaban toneladas de barras de hielo listas para su uso. Así que no es extrañar que fueran sus artesanos los primeros en crear un helado hace aproximadamente 6.000 años.
La receta original llevaba hielo, leche y azúcar y se convirtió en el “snack” favorito de los habitantes de Pekín. Pero no solo eso, los chinos también inventaron el sorbete de naranja y la pulpa helada, que se almacenaban durante todo el año en las heladeras para que estuvieran siempre fríos.
La expansión del helado
Este invento tan delicioso no pasó desapercibido para el resto del mundo. Con el paso del tiempo, los faraones del antiguo Egipto incorporaron a sus banquetes copas de zumo de frutas granizadas y otros helados variados. Los persas también se apuntaron a la moda y de ahí llegó hasta Grecia tras la conquista de Alejandro Magno hace 6 siglos.
En la Roma del siglo I de nuestra era los helados eran muy apreciados. Los de las clases populares estaban formados por simples polos de hielo con azúcar o almíbar, mientras que las élites disfrutaban de elaboraciones más complejas que llevaban aguas aromatizadas y zumo de frutas granizadas.
La evolución del helado
Por desgracia, con la llegada de la edad media se perdieron en Europa muchas de las antiguas tradiciones grecolatinas, incluida la receta del helado. Uno de los pocos testimonios lo tenemos en los relatos de Marco Polo del siglo XIII, quien en sus viajes a China tuvo la oportunidad de probar un helado de leche con azúcar.
Sin embargo, en el califato de Córdoba se siguió cultivando esta tradición a partir del siglo IX, ya que recogió el testigo de Roma en muchos aspectos y la presencia de Sierra Nevada garantizaba un suministro constante de hielo. Finalmente, sobre el siglo XIV pasó a tierras italianas, donde se dio forma al helado tal y como lo conocemos en la actualidad.
El helado moderno
La receta actual se la debemos a un artesano de Florencia llamado Bernardo Buontalenti, que es inventor del helado con frutas o tutti frutti. Y aunque al principio los médicos de la época intentaron demonizarlo, su éxito fue imparable. Dos siglos más tarde, cuando Catalina de Médicis se casó con Enrique II de Francia, llevó a la corte parisina a reposteros italianos que durante los 30 días de celebración prepararon suculentos helados.
Pero la gran revolución llegó con el doctor Blas de Villafranca, un médico de origen hispano afincado en Roma, que a mediados del XVI consiguió congelar la crema añadiendo sal gema al hielo. Esto permitió popularizar el helado para todas las clases sociales y desde entonces han estado siempre a mano para ayudarnos a combatir el calor del verano.
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