De sobra es conocido el aprecio que el ser humano ha tenido por el oro a lo largo de la historia, sin embargo, no tantas personas saben que su consumo también viene de lejos. Y es que este metal siempre ha estado asociado al poder y a la riqueza, siendo su ingesta un símbolo de mayor status social.
Los orígenes míticos
Las primeras referencias las podemos encontrar en el antiguo Egipto y en la Biblia, donde se habla de un pan llamado maná, herencia del pueblo de Israel durante su cautiverio y posterior éxodo. De hecho, siguiendo las instrucciones de Moisés, hizo falta un herrero para su confección, que se llevó a cabo triturando el oro en un mortero y reduciéndolo a polvo. Se usaba como alimento y medicina, además de creer que consumirlo otorgaba juventud y una mayor potencia sexual.
En China e India era muy conocida una sustancia llena de propiedades mágicas llamada soma, el elixir de la vida. Su proceso de elaboración se ha perdido en el tiempo, pero se cree que eran una especie de galletas que incluían polvo de oro. Y así, ha pasado por los más suntuosos banquetes medievales y renacentistas, acompañando las mesas de los grandes reyes hasta llegar a nuestros días.
El oro comestible en la actualidad
No creáis que con el paso del tiempo se ha abandonado el uso del oro como elemento gastronómico. De hecho, asistimos hoy en día a un resurgimiento de este concepto, ya que pocas cosas simbolizan mejor el poder y la riqueza. No es de extrañar por tanto que los mejores chefs mundiales utilicen el oro comestible para la elaboración (y sobre todo decoración) de sus platos más selectos.
La elaboración de oro comestible
Ante de comenzar con la fundición de las pepitas de oro, hay que controlar que todas ellas tengan un mínimo de quilates, número que generalmente es de 22 o 23. Una vez se han fundido se forma un lingote, que mediante una serie de procesos se convierte en una lámina extremadamente fina, más delgada incluso que un cabello. En este paso intervienen máquinas de rodillos, sistemas de prensado y demás técnicas para disminuir su espesor. Y por último, solo queda cortarlo en pequeñas láminas cuadradas, hacerlo polvo o darle alguna forma predefinida, según el uso que se le quiera dar. Ya está listo para llegar a nuestra mesa.
¿Es del todo sano comer oro?
Mucha gente se pregunta esto. En la industria de la alimentación el oro comestible está registrado como aditivo E175 y no es en absoluto dañino comerlo, ya que es biológicamente inerte. Por otro lado, se suele usar más como decoración y por tanto no está presente en cantidades significativas. Debido a su neutralidad, tampoco aporta nada a los requerimientos nutricionales que necesita el ser humano para vivir.
Uno de los alimentos más exclusivos
Como te podrás imaginar, el oro comestible o golden leaf es caro y varía enormemente dependiendo de la calidad, la textura o la procedencia. Para tener una referencia, un gramo en laminitas muy finas puede costar alrededor de los 50-100 euros. Para formas más elegantes, el precio se dispara.